2 (Hojas de hierba)

"Quédate conmigo este día y esta noche y serás dueño
    del origen de todos los poemas,
serás dueño de los bienes de la tierra y del sol (aún
    quedan millones de soles),
Ya no recibirás de segunda o de tercera mano las
    cosas, mi mirarás por los ojos de los muertos, ni
    te alimentarás de los espectros de los libros,
Tampoco mirarás por mis ojos, ni aceptarás lo que te
    digo,
oirás lo que te llega de todos lados y lo tamizarás."



Walt Whitman

Los perturbados entre lilas

SEG: Nunca te la convidarán. No recuerdo por dónde voy. Sí, lo malo de la vida es que no es lo que creemos pero tampoco lo contrario. (Triste.) ¿Quién es el que me quiere? (Gestos afectuosos de Car y de Macho.) Nada de farsa. Si viera un perro muerto me moriría de orfandad pensando en las caricias que recibió. Los perros son como la muerte: quieren huesos. Los perros comen huesos. En cuanto a la muerte, sin duda se entretiene tallándolos en forma de lapiceras, de cucharitas, de cortapapeles, de tenedores, de ceniceros. Sí, la muerte talla huesos en tanto el silencio es de oro y la palabra de plata.
[...]
CAR: "Aborrezco los fantasmas", dijo, y se notaba claramente por su tono que sólo después de haber pronunciado estas palabras, comprendía su significado. (Se levanta como quien se va. )
SEG: ¿Qué te pasa, Car?
CAR: Me voy porque la vida que llevo aquí, mi vida, no me gusta.
SEG: ¡Iluso! Como un profesor de lógica.
MACHO: Iluso como una monja comprando velas verdes.
SEG: A mí me gustan las monjas, los pingüinos y el fantasma de la ópera. De modo que te vas de aquí.
[...]
CAR: No puedo. Necesito silencio.
SEG: ¿En qué pensás?
CAR: Quiero ordenar lo de aquí. (Se toca la cabeza con ambas manos.) Hay como cinco chicos mendigos saltando mi cerca mental, buscando aperturas, nidos, cosas para romper o robar. Quiero hacer orden.
SEG: ¡Orden! ¿Qué es esa mentira?
CAR: Aunque sea una falacia, aspiro a tener orden. Para mí, es la flor azul de Novalis, es el castillo de Kafka.
SEG: Decí mejor que es tu musa de la mala pata.
CAR: Yo sé que es idiota, pero es lo único que quiero verdaderamente. Un espacio mío, mudo, ciego, inmóvil, donde cada cosa esté en su lugar, donde haya un lugar para cada cosa. Sin voces, sin rumores, sin melodías, sin gritos de ahogados.
SEG: ¿Es eso todo lo que querés?
CAR: Quiero un poco de orden para mí, para mí solo.
SEG: ¿No andarás enfermo?
CAR: Estás profanando mi sueño. El orden es mi único deseo, por lo tanto es imposible. En consecuencia, no creo estar molestando a nadie deseando cosas imposibles.
Va hacia la puerta.
SEG: ¿Por qué te vas?
CAR: Si solamente algo anduviera mejor gracias a mi presencia en esta casa. Pero no. ¿Para qué sirvo?
SEG: Para hablar conmigo. Gracias a nuestras conversaciones adelanté mi libro.
CAR: ¿Cuál libro?
SEG: ¿Qué libro?
CAR: El que adelantaste.
SEG: Pero si me estoy refiriendo a mi obra teatral.
CAR: ¡Una obra teatral!
SEG: No te hagás el viajero sin equipaje. No me vengas ahora con que me olvidé de contarte lo de la obra.
CAR : ¿Qué importa si me contaste o no? Espero que hayas adelantado mucho.
SEG: Mucho, no. No mucho. A veces el sol se me sube a la cabeza y escribo como si reaprendiera la vida desde la letra a. Otros días son como el de hoy: soy un agujero desintegrándose. Sin embargo, algo he adelantado, y hasta puedo decir que adelanté más que algo.
CAR: ¡Más que algo! ¡Cuánto!
SEG: No exagerés, no es tanto.
CAR: ¿Que no exagere? Pero me decís algo tan...
SEG: Tienes tatuajes en el traste.
CAR: ¿Quién?
SEG: ¿Cómo?
CAR: El protagonista.
SEG: Si lo querés llamar así. Tiene tatuados dos ojos, una nariz y, naturalmente, una boquita de corazón. Hasta un sombrero tiene. En fin, una típica belleza de los años veinte en pleno traste. Además de tener tatuajes, tiene siempre razón.
CAR: ¿Es un vidente?
SEG: No, es un traidor.
CAR: ¡Qué emocionante! ¿A quién traiciona?
SEG: A él mismo. Simula vigilarse y protegerse a distancia pero en verdad se acecha, se espía, se busca fisuras, se aguarda gestos de fragilidad, a fin de tomar posesión de su terreno baldío y ...
CAR: ¿Y qué?
SEG: Y echarse de sí mismo. Eliminarse, aunque sea arrojándose por el inodoro.
CAR: ¿Qué hace todo el día?
SEG: Mira oscuridad.
[...]
CAR: ¿Para qué hablamos si no hay ningún silencio que romper?
[...]
CAR: Aquí no se vive ni se sueña. Tampoco se ama.





Alejandra Pizarnik

Asfixia

Con esto se podría hacer una página web deprimente. La Cámara de la Muerte.
Una especie de documental en blanco y negro.
–Quejarse no equivale a crear algo –dice la voz en off de mi madre–. Rebelarse no es reconstruir. Ridiculizar no es reemplazar. –Y la voz del altavoz se desvanece. [...]
–Hemos destrozado el mundo –dice–, pero no tenemos ni idea de qué hacer con los pedazos. –Y su voz se desvanece de nuevo.
El monitor muestra distintos pasillos vacíos perdiéndose en la oscuridad.
Su voz regresa en el número siete:
–Mi generación, la forma en que lo hemos ridiculizado todo, no ha hecho que el mundo sea mejor –dice–. Hemos invertido tanto tiempo en juzgar lo que otros creaban que hemos creado muy pocas cosas propias.
Su voz sale del altavoz:
–He usado la rebelión como una manera de ocultarme Hemos usado la crítica como una falsa participación.
La voz en off dice:
–Solamente parece que hayamos logrado algo.
La voz en off dice:
–Nunca he hecho ninguna contribución valiosa mundo.


Chuck Palahniuk

El desayuno

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».


Luis Alberto de Cuenca

Espero curarme de ti

Espero curarme de ti en unos días.
Debo dejar de fumarte,
de beberte, de pensarte.
Es posible.

Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
No es mucho, ni es poco, es bastante.

En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor
que se han pronunciado sobre la tierra
y se les puede prender fuego.

Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
Y también el silencio.
Porque las mejores palabras del amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje
lateral y subversivo del que ama.
(Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo:
"qué calor hace", "dame agua",
"¿sabes manejar?,"se hizo de noche"...
Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,
te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero".)

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
Para dártelo. Para que hagas con él lo que tú quieras:
guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto.

Sólo quiero una semana para entender las cosas.
Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.


Jaime Sabines

V de Vendetta

"Toda acción tiene una reacción igual y opuesta".

"Nada es seguro y todo es posible".

"Ocultadme lo que soy y sed mi ayuda, pues este disfraz acertadamente dará forma a mi propósito".

"Hay un rostro bajo esta máscara pero no soy yo. Ese rostro no me representa más que los músculos y los huesos que hay debajo".

"La coincidencia no existe, sólo la ilusión de la coincidencia".

"-¿Quién eres tu?
-"Quién" es solamente la forma de la función "qué", ¿y que soy? un hombre con una máscara.
-Sí, eso ya lo veo.
-Naturalmente... no cuestiono tu capacidad de observación, simplemente señalo lo paradójico que es preguntarle a un hombre enmascarado "quién" es".
· "-Evey, con V, claro cómo no..."
-"¿A qué te refieres?"
-"Que yo, al igual que Dios, ni juego al azar, ni creo en la casualidad"

"Solo les había dicho la verdad, ¿tan egoista fui?
Nuestra integridad vale tan poco... Pero es todo cuanto realmente tenemos. Es el último centímetro que nos queda de nosotros. Si salvaguardamos ese centímetro, somos libres
[...]
Cada centímetro de mi perecerá, cada centímetro, salvo uno...
Un centímetro, algo pequeño y frágil y lo único que merece la pena en el mundo.
Nunca debemos perderlo o entregarlo, nunca debemos dejar que nos lo arrebaten.
Espero que el mundo cambie, que las cosas mejoren.
Pero lo que espero por encima de todo es que entiendas lo que quiero decir que aunque no te conozca y aunque puede que nunca llegue a verte, a reirme contigo, a llorar contigo o a besarte, te quiero con todo mi corazón.
Te quiero."

Alan Moore

Muerte, el alto coste de la vida

M- ¿Hoy? Hoy no soy nadie especial
H- Eres especial para mi
M- ¿Qué quieres que te encuentre?
H- Quiero que encuentres mi corazón. ¿Lo harás? ¿Lo encontrarás, por favor? Lo he intentado todo, y yo sola no puedo. Encuentra mi corazón
M- ¿Y si digo que no?
H- Le corto la nariz al niño bonito, eso para empezar. Y lo haré.


Neil Gaiman

Sobre los Eternos- The Sandman

- Se dice que ningún retrato puede hacer justicia a Deseo, ya que verla (o verle) es amarlo (o amarla), con pasión, con dolor, excluyendo todo el resto. Deseo huele subliminalmente a melocotones de verano, y proyecta dos sombras: una negra, de bordes afilados, y otra traslúcida, siempre en movimiento. Deseo es tolo que que siempre has querido. Seas quien seas. Seas lo que seas. Todo.

- La gemela de Deseo es la reina de su propio territorio inhóspito, lleno de pequeñas ventanas, espejos de nuestro mundo. A veces te miras en el espejo y notas su mirada: son días con el cielo gris, húmedos, que dejan el mundo sin color ni sentido. Desespero dice poco, y es paciente.

- Destino es el mayor de los Eternos. Algunos piensan que es ciego, mientras que otros, con razón, afirman que ha viajado más allá de la ceguera, que no puede evitar ver el camino que los vivos siguen durante su vida. Destino huele a polvo y a las bibliotecas de la noche. No deja huella. No proyecta sombra.

- Delirio es la más joven de los Eternos; antes era Delicia, pero eso fue hace mucho. Huele a sudor, a vino agrio, a onches en vela, a cuero viejo. Su apariencia es la más variable de los Eternos, ya que la mayoría de veces son ideas vestidas de carne. El poeta Coleridge afirmaba conocerla bien, pero era un mentiroso empedernido. ¿Quién puede saber qué ve Delirio a través de sus ojos de distinto color?

- Solo Destrucción ha besado a su hermana Desespero, hace siglos; su barba estaba dura contra su mejilla. Ahora ella le echa de menos, como los otros, desde que abandonó su reino. Las cosas aún se crean, aún existen, aún se destruyen, pero esa no es responsabilidad suya... Ya no es culpa suya.

- Sueño de los Eternos: Ah, aquí tenemos una adivinianza. En este aspecto (y sólo percibimos aspectos de los eternos, de la misma manera que vemos el destello de una sola y pequeña faceta de una piedra preciosa enorme y perfectamente tallada) Es delgado como un hilo, con la piel de color de la nieve que cae. Sueño acumula nombres como otros hacen amigos: pero se permite pocos amigos. Si se siente cercano a alguien, es a su hermana mayor, a quien ve raramente. De todos los Eternos, excepto quizá Destino, es el más consciente de sus responsabilidades, el más meticuloso en su ejecución

- Y ahí está Muerte.


Neil Gaiman

Poema doble del lago Eden

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.
¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!
Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.
Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.
Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.
Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!
Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!
Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.
Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.
No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.
Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.

F.G.Lorca

Ciudad sin sueño (nocturno de Brooklyn Bridge)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Pero si alguien cierra los ojos,
¡azotadlo, hijos míos, azotadlo!

Haya un panorama de ojos abiertos
y amargas llagas encendidas.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie.
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.


Federico García Lorca
"Cuando era pequeño, los mayores solían decirme que no me invetara cosas y me advertían de lo que me sucedería si lo hacía. Que yo sepa, hasta ahora parece que supone hacer muchos viajes al extranjero y no levantarse demasiado pronto por la mañana.”

Neil Gaiman

Mucho más allá (fragmento)

[...]Qusiera hablar de la vida.
Pue esto es la vida,
este aullido, este clavarse las uñas
en el pecho, este arrancarse
la cabellera a puñados, este escupirse
a los propios ojos, sólo por decir,
sólo por ver si se puede decir:
<<¿es que yo soy? ¿verdad que sí?
¿no es verdad que yo existo
y no soy la pesadilla de una bestia?>>.

[...]


Alejandra Pizarnik

El olvido

en la orilla de la noche
el amor es posible

-llévame-

llévame entre las dulces sustancias
que mueren cada día en tu memoria





Alejandra Pizarnik

Canto

el tiempo tiene miedo
el tiempo tiene tiempo
el miedo

pasea por mi sangre
arranca mis mejores frutos
devasta mi lastimosa muralla

destrucción de destrucciones
sólo destrucción

y miedo
mucho miedo
miedo.



Alejandra Pizarnik

El guardían entre el centeno

- Además, ya te digo que también me gusta esto. Estar aquí sentado contigo perdiendo el tiempo...
- Pero eso no es nada.
-Claro que sí. Claro que es algo.  ¿Por qué no? La gente nunca le da importancia a las cosas. ¡Maldita sea! Estoy harto.
[...]
- Papá va a matarte. Va a matarte- me dijo.


J.D.Salinger

No te salves

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.


Mario Benedetti

Una traición mística

Comprendo, de nada sirve comprender, a nadie nunca le ha servido comprender, y sé que ahora necesito remontarme a la raíz de esa fascinación silenciosa, de esta oquedad que se abre para que yo entre, yo el holocausto, yo la víctima propiciatoria. Su persona es menos que un fantasma, que un nombre, que vacío. Alguien me bebe desde la otra orilla, alguien me succiona, me abandona exangüe. Estoy muriendo porque alguien ha creado un silencio para mí


Alejandra Pizarnik

35 (Árbol de Diana)

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.


Alejandra Pizarnik

Seda

Hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te deseo, y con el corazón entre mis labios tú serás mío de verdad, con mi boca en el corazón tú serás mío para siempre, si no me crees abre los ojos, amado señor mio, y mírame, soy yo, quién podrá borrar este instante que sucede.



Alessandro Baricco.

Pedro Páramo

La madrugada fue apagando mis recuerdos.Oía de vez en cuando el sonido de las palabras, y notaba la diferencia. Porque las palabras que había oido hasta entonces, hasta entonces lo supe, no tenían ningún sonido, no sonaban; se sentían; pero sin sonido, como las que se oyen durante los sueños.[...]Como que se van las voces. Como que se pierde su ruido. Como que se ahogan. Ya nadie dice nada. Es el sueño.


Juan Rulfo

Sí, por detrás de las gentes

Sí, por detrás de las gentes
Te busco.
No en tu nombre, si lo dicen,
no en tu imagen, si la pintan.
Detrás, detrás, más allá.

Por detrás de ti te busco.
No en tu espejo, no en tu letra,
ni en tu alma.
Detrás, más allá.
También detrás, más atrás
de mí te busco. No eres
lo que yo siento de ti.
No eres
lo que me está palpitando
con sangre mía en las venas,
sin ser yo.
Detrás, más allá te busco.
Por encontrarte, dejar
de vivir en ti, en mí,
y en los otros.
Vivir ya detrás de todo,
al otro lado de todo
-por encontrarte-
como si fuese morir.

Pedro Salinas

La vida es sueño

Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!);
¡que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Pedro Calderón de la Barca

¿Las oyes cómo piden realidades?

¿Las oyes cómo piden realidades,
ellas, desmelenadas, fieras,
ellas, las sombras que los dos forjamos
en este inmenso lecho de distancias?
Cansadas ya de infinidad, de tiempo
sin medida, de anónimo, heridas
por una gran nostalgia de materia,
piden límites, días, nombres.
No pueden
vivir así ya más: están al borde
del morir de las sombras, que es la nada.
Acude, ven conmigo.
Tiende tus manos, tiéndeles tu cuerpo.
Los dos les buscaremos
un color, una fecha, un pecho, un sol.
Que descansen en ti, sé tú su carne.
Se calmará su enorme ansia errante,
mientras las estrechamos
ávidamente entre los cuerpos nuestros
donde encuentren su pasto y su reposo.
Se dormirán al fin en nuestro sueño
abrazado, abrazadas. Y así luego,
al separamos, al nutrirnos sólo
de sombras, entre lejos,
ellas
tendrán recuerdos ya, tendrán pasado
de carne y hueso,
el tiempo que vivieron en nosotros.
Y su afanoso sueño
de sombras, otra vez, será el retorno
a esta corporeidad mortal y rosa
donde el amor inventa su infinito.


Pedro Salinas

Palabras

Se espera que la lluvia pase. Se espera que los vientos lleguen. Se espera. Se dice. Por amor al silencio se dicen miserables palabras. Un decir forzoso, forzado, un decir sin salida posible, por amor al silencio, por amor al lenguaje de los cuerpos. Yo hablaba. En mí el lenguaje es siempre un pretexto para el silencio. Es mi manera de expresar mi fatiga inexpresable. Debería invertirse este orden maligno. Por primera vez emplear palabras para seducir a quien se quisiera gracias a la mediación del silencio más puro. Siempre he sido yo la silenciosa. Las palabras intercesoras, las he oído tanto, ahora las repito. ¿Quién elogió a los amantes en detrimento de los amados? Mi orientación más profunda: la orilla del silencio. Palabras intercesoras, señuelo de vocales. Ésta es ahora mi vida: mesurarme, temblar ante cada voz, temblar las palabras apelando a todo lo que de nefasto y de maldito he oído y leído en materia de formas de seducción.
El hecho es que yo contaba, yo analizaba, yo relacionaba ejemplos proporcionados por los amigos comunes y la literatura. Le demostraba que la razón estaba de mi parte, la razón de amor. Le prometía que amándome iba a serle accesible un lugar de justicia perfecta. Esto le decía sin estar yo misma enamorada, habiendo sólo en mí la voluntad de ser amada por él y no por otro. Es tan difícil hablar de esto. Cuando vi su rostro por primera vez, deseé que fuera de amor al volverse hacia mi rostro. Quise sus ojos despeñándose en los míos. De esto quiero hablar. De un amor imposible porque no hay amor. Historia de amor sin amor. Me apresuro. Hay amor. Hay amor de la misma manera en que recién salí a la noche y dije: hay viento. No es una historia sin amor. Más bien habría que hablar de los sustitutos.
Hay gestos que me dan en el sexo. Así: temor y temblor en el sexo. Ver su rostro demorándose una fracción de segundo, su rostro se detuvo en un tiempo incontable, su rostro, un detenerse tan decisivo, como quien mueve la voz y dice no. Aquel poema de Dylan Thomas sobre la mano que firma en el papel. Un rostro que dure lo que una mano escribiendo un nombre en una hoja de papel. Me dio en el sexo. Levitación; me izan, vuelo. Un no, a causa de ese no todo se desencadena. He de contar en orden este desorden. Contar desordenadamente este extraño orden de cosas. A medida que no vaya sucediendo.
Hablo de un poema que se acerca. Se va a acercando mientras a mí me tienen lejos. Sin descanso la fatiga; infatigablemente la fatiga a medida que la noche --no el poema-- se acerca y yo estoy a su lado y nada, nada sucede a medida que la noche se acerca y pasa y nada, nada sucede. Sólo una voz lejanísima, una creencia mágica, una absurda, antigua espera de cosas mejores.
Recién le dije no. Escándalo. Transgresión. Dije no, cuando desde hace meses agonizo de espera y cuando inicio el gesto, cuando lo iniciaba... trémulo temblor, hacerme mal, herirme, sed de desmesura (pensar alguna vez en la importancia de la sílaba no).

Alejandra Pizarnik

La noche de Santiago

Criaturas en la niebla- tout le monde attendait quelque chose.
Contemplar los fuegos del artificio, decirse profundo, gritarse en la boca de la caverna, anunciarse que algo restalla en la niebla. Una propuesta o algo, en fin, a modo de respuesta o dulce o nefasta, o algo, en fin, a modo de voz venida de la exterioridad más pura.
[...]
sí- dije- vé, vé, vé (sintiéndome, oh siempre, en el centro exacto del abandono). Vi sus ojos en el resplandor cortado de oscuridades hirientes, súbitas. Vi sus ojos en el sonido de la tormenta, en los colores ardiendo como pájaros muy afímeros. Que se vaya -me dije- yo no pretendo, no intento, no comprendo. No me dejes -dijo- no me exilies de ti. En lo alto, en lo puro del abandono. Llamarme a mí pequeña abandonadora. Trémulo gesto de mi cara para ir a llorar importantemente en la noche del no se sabe quién es abandonado.


Alejandra Pizarnik

El lobo estepario

-Usted, señor de Goethe, como todos los grandes espíritus, ha conocido y ha sentido perfectamente el problema, la desconfianza de la vida humana: la grandiosidad del momento y su miserable marchitarse, la imposibilidad de corresponder a una elevada sublimidad del sentimiento de otro modo que con la cárcel de lo cotidiano, la aspiración ardiente hacia el reino del espíritu que está en eterna lucha a muerte con el amor también ardiente y también santo a la perdida inocencia de la naturaleza, todo este terrible flotar en el vacío y en la incertidumbre, este estar condenado a lo efímero, a lo incompleto, a lo eternamente en ensayo y diletantesco, en suma, la falta de horizontes y de comprensión y la desesperación agobiante de la naturaleza humana. Todo esto lo ha conocido usted y alguna vez se ha declarado partidario de ello, y, sin embargo, con toda su vida ha predicado lo contrario, ha expresado fe y optimismo, ha fingido a sí mismo y a los demás una perdurabilidad y un sentido a nuestros esfuerzos espirituales. Usted ha rechazado y oprimido a los que profesan una profundidad de pensamiento y a las voces de la desesperada verdad, lo mismo en usted que en Kleist y en Beethoven. Durante decenios enteros ha actuado como si el amontonamiento de ciencia y de colecciones, el escribir y conservar cartas y toda su dilatada existencia en Weimar fuera, en efecto, un camino para eternizar el momento, que en el fondo usted sólo lograba momificar, para espiritualizar a la naturaleza, a la que sólo conseguía estilizar en caricatura. Esta es la insinceridad que le echamos en cara.


Herman Hesse

El lobo estepario

-Entonces, ¿hay que morir, lobo estepario?

-¡Creo que sí! Yo estoy muy satisfecho de mi ventura, aún puedo soportarla durante una temporada. Pero cuando la dicha me deja alguna vez una hora de tiempo para estar despierto, para sentir anhelos íntimos, entonces todo mi anhelo no se cifra en conservar por siempre esta ventura, sino en volver a sufrir, aunque más bella y menos miserablemente que antes. [...]

- Tú, Harry, has sido un artista y un pensador, un hombre lleno de alegría y de fe, siempre tras la huella de lo grande y de lo eterno, nunca satisfecho con lo bonito y lo minúsculo. Pero cuanto más te ha despertado la vida y te ha conducido hacia ti mismo, más ha ido aumentando tu miseria y tanto más hondamente te has sumido hasta el cuello en pesares, temor y desesperanza, y todo lo que tú en otro tiempo has conocido, amado y venerado como hermoso y santo, toda tu antigua fe en los hombres y en nuestro alto destino, no ha podido ayudarte, ha perdido su valor y se ha hecho añicos. Tu fe ya no tenía aire para respirar. Y la asfixia es una muerte muy dura. ¿Es exacto Harry? ¿Es ésta tu suerte?

Yo asentía y asentía.

-Tú llevabas dentro de ti una imagen de la vida, estabas dispuesto a hechos, a sufrimientos y sacrificios, y entonces fuiste notando poco a poco que el mundo no exigía de ti hechos ningunos, ni sacrificios, ni nada de eso, que la vida no es una epopeya con figuras de héroes y cosas por el estilo, sino una buena habitación burguesa, en donde uno está perfectamente satisfecho con la comida y la bebida, con el café y la calceta, con el juego de tarot y la música de la radio. Y el que ama y lleva dentro de sí lo otro, lo heroico y bello, la veneración de los grandes poetas o la veneración de los santos, ése es un necio y un quijote. [...] Tienes razón, lobo estepario, mil veces razón, y, sin embargo, has de sucumbir. Para este mundo sencillo de hoy, cómodo y satisfecho con tan poco, eres tú demasiado exigente y hambriento; el mundo te rechaza, tienes para él una dimensión de mas. El que hoy quiera vivir y alegrarse de su vida, no ha de ser un hombre como tú ni como yo. El que en lugar de chinchín exija música, en lugar de placer alegría, en lugar de dinero alma, en vez de loca actividad verdadero trabajo, en vez de jugueteo pura pasión, para ése no es hogar este bonito mundo que padecemos... [...]Siempre ha sido así y siempre será igual, que el tiempo y el mundo, el dinero y el poder, pertenecen a los mediocres y superficiales, y a los otros, a los verdaderos hombres, no les pertenece nada. Nada más que la muerte.

-¿Fuera de eso, nada en absoluto?

-Si, la eternidad.

-¿Quieres decir el nombre, la fama para edades futuras?

-No, lobito; la fama, no. ¿Tiene ésta, acaso, algún valor? [...] La comunión de los santos, que en otro tiempo era representada por los pintores dentro de un cielo de oro, radiante, hermosa y apacible, no es otra cosa que lo que yo antes he llamado la «eternidad». Es el reino más allá del tiempo y de la apariencia. Allá pertenecemos nosotros, allí está nuestra patria, hacia ella tiende nuestro corazón, lobo estepario, y por eso anhelamos la muerte.


Herman Hesse

El mundo de Sofía

-Así opinaron los románticos. Según Kant, el artista juega libremente con su capacidad de conocimiento. El poeta alemán Schiller continuó desarrollando las ideas de Kant. Escribe que la actividad del artista es como un juego, y que el hombre sólo es libre cuando juega, porque entonces hace sus propias leyes. Los románticos opinaban que solamente el arte podía llevarnos más cerca de lo "inefable". Algunos fueron hasta el final y compararon al artista con Dios.
-Porque el artista crea su propia realidad exactamente de la misma manera que Dios ha creado el mundo.
-Se decía que el artista tiene una "fuerza imaginativa de creación del mundo". En su entusiasmo artístico podía llegar a sentir desparecer la frontera entre sueño y realidad. Novalis, que era uno de los jóvenes genios, dijo que "el mundo se convierte el sueño, el sueño en mundo".[...] Se ha dicho que "la ociosidad es el ideal del genio y la pereza la virtud romántica". Era la obligación del romántico vivir la vida, o soñar para alejarse de ella.

Jostein Gaarder

1984

-Habría sido lo mismo- dijo.
-Entonces, ¿por qué dices que sientes no haberlo hecho?
-Sólo porque prefiero lo positivo a lo negativo. Pero en este juego que estamos jugando no podemos ganar. Unas clases de fracaso son quizás mejores que otras, eso es todo.


George Orwell

El retrato de Dorian Gray

Son muy pocos aquellos de entre nosotros que no se han despertado a veces antes del alba, o después de una de esas noches sin sueños que casi nos hacen amar la muerte, o de una de esas noches de horror y de alegría monstruosa, cuando se agitan en las cámaras del cerebro fantasmas más terribles que la misma realidad, rebosantes de esa vida intensa, inseparable de todo lo grotesco, que da al arte gótico su imperecedera vitalidad, puesto que ese arte bien parece pertenecer sobre todo a los espíritus atormentados por la enfermedad del ensueño. Poco a poco, dedos exangües surgen de detrás de las cortinas y parecen temblar. Adoptando fantásticas formas oscuras, sombras silenciosas se apoderan, reptando, de los rincones de la habitación para agazaparse allí. Fuera, se oye el agitarse de pájaros entre las hojas, o los ruidos que hacen los hombres al dirigirse al trabajo, o los suspiros y sollozos del viento que desciende de las montañas y vaga alrededor de la casa silenciosa, como si temiera despertar a los que duermen, aunque está obligado a sacar a toda costa al sueño de su cueva de color morado. Uno tras otro se alzan los velos de delicada gasa negra, las cosas recuperan poco a poco forma y color y vemos cómo la aurora vuelve a dar al mundo su prístino aspecto. Los lívidos espejos recuperan su imitación de la vida. Las velas apagadas siguen estando donde las dejamos, y a su lado descansa el libro a medio abrir que nos proponíamos estudiar, o la flor preparada que hemos lucido en el baile, o la carta que no nos hemos atrevido a leer o que hemos leído demasiadas veces. Nada nos parece que haya cambiado. De las sombras irreales de la noche renace la vida real que conocíamos. Hemos de continuar allí donde nos habíamos visto interrumpidos, y en ese momento nos domina una terrible sensación, la de la necesidad de continuar, enérgicamente, el mismo ciclo agotador de costumbres estereotipadas, o quizá, a veces, el loco deseo de que nuestras pupilas se abran una mañana a un mundo remodelado durante la noche para agradarnos, un mundo en el que las cosas poseerían formas y colores recién inventados, y serían distintas, o esconderían otros secretos, un mundo en el que el pasado tendría muy poco o ningún valor, o sobreviviría, en cualquier caso, sin forma consciente de obligación o de remordimiento, dado que incluso el recuerdo de una alegría tiene su amargura, y la memoria de un placer, su dolor.

Oscar Wilde

Las lamentaciones del Tasso

V

Contempla un amor que no desespera, pero que, ardiente aún, es mi más cara esperanza, la mejor parte de mí mismo; vive profundamente en mi silencioso corazón semejante al rayo en el medio de la nube que lo guarda entre sus vapores, como en sombría mortaja, hasta que estalla y deja escapar el rayo. Así, al choque eléctrico de tu nombre, mi pensamiento estalla en todo mi ser, y durante algunos instantes todos los objetos vagan a mi alrededor tales cuales fueron en otro tiempo... se desvanecen... y torno al ser mismo.

Sin embargo, mi amor se ha acrecentado sin ambición; conocía tu rango y yo el mío, y no ignoraba que una princesa no puede ser la amante de un poeta; mis labios, mis suspiros no revelaron mi llama: se bastaba a sí misma. Ella era su propia recompensa y si mis ojos la revelaron, fueron castigados por el silencio de los tuyos. ¿Me he atrevido jamás a quejarme? Eras tú para mí sagrada reliquia encerrada en urna de cristal, que adoraba a respetuosa distancia, besando humildemente la tierra. No adoraba en ti a la princesa, pero el amor te había revestido de gloria; había difundido por tus facciones una belleza tal, que hacía nacer el temor o más bien ese respeto religioso que inspiraría un ángel del cielo. En esta dulce severidad había algo que aventajaba a la dulzura misma; yo no sé cómo pero tu genio se posesionaba del mío, mi estrella palidecía ante la tuya... si era una presunción el amar sin esperanza, cara me ha costado esta triste fatalidad; pero te amo aún, y sin tu hubiera, en efecto, venido a ser digno de esta celda que me humilla. El mismo amor que me ha ligado con estas cadenas hace más ligeros sus anillos: el peso que me queda es grande aún, pero el amor me ha dado fuerza para soportarlo. Gracias a él, vuelvo hacia ti mi corazón y triunfo de los tormentos que con una persecución cruel quiere abatirme.

Lord Byron 

Romeo y Julieta, ecena II

Romeo.- Señora, juro por esa luna bendita, que corona de plata las copas de estos árboles frutales...

Julieta.- ¡Oh! No jures por la luna, por la inconstante luna, que cada mes cambia al girar en su órbita, no sea que tu amor resulte tan variable.
Romeo.- ¿Por qué juraré entonces?
Julieta.- ¡No jures en modo alguno; o, si quieres, jura por tu graciosa persona, que es el dios de mi idolatría, y te creeré!
Romeo.- Si el profundo amor de mi pecho...
Julieta.- Bien; no jures; aunque eres mi alegría, no me alegra el pacto de esta noche; es demasiado brusco, demasiado temerario, demasiado repentino, demasiado semejante al relámpago, que se extingue antes de que podamos decir: "¡El relámpago!..." ¡Cariño, buenas noches! Este capullo de amor, madurado por el hálito ardiente del estío, tal vez se haya convertido en flor galana cuando volvamos a vernos. ¡Buenas noches!, ¡buenas noches!, ¡tan dulce reposo y sosiego alcance tu corazón como el que alienta dentro de mi pecho!
Romeo.- ¡Oh! ¿Quieres dejarme así, tan poco satisfecho?
Julieta.- ¿Qué satisfacción puedes lograr esta noche?
Romeo.- El cambio con el mío de tu fiel juramento de amor.
Julieta.- Te lo entregué antes de tú pedírmelo, y aún quisiera dártelo de nuevo.


William Shakespeare

Antígona

Ya está. Ahora el resorte está tenso. No tiene más que soltarse solo. Eso es lo cómodo en la tragedia. Uno da el empujoncito para que empiece a andar, nada, una breve mirada a una mujer que pasa por la calle con los brazos en alto, un deseo de honor en una hermosa mañana, al despertar, como si fuera algo comestible, una pregunta de más que nos planteamos una noche…Eso es todo. Después, basta dejarlo. Nos quedamos tranquilos. La cosa marcha sola. La máquina es minuciosa; está siempre bien aceitada. La muerte, la traición, la desesperanza están ahí, bien preparadas: los estallidos, las tormentas, los silencios… Silencio cuando el brazo del verdugo se levanta al fin; silencio al principio, cuando los amantes están desnudos uno frente al otro por primera vez, sin atreverse a hacer un movimiento, en el cuarto a oscuras: Silencio cuando los gritos de la multitud estalla en torno al vencedor, como en un film cuando el sonido se traba, todas las bocas abiertas de las que nada sale, todo ese clamor que es sólo una imagen, y el vencedor, vencido ya, solo en medio de su silencio… La tragedia es tranquilizadora, porque se sabe que no hay más esperanza; porque se sabe que uno ha caído en la trampa, que al fin ha caído en la trampa como una rata, y con todo el cielo sobre la espalda, que ya no queda más que vociferar – no gemir, no, no quejarse – gritar al aire lo que se tenía que decir, lo que nunca se había dicho ni se sabía siquiera aún. ¡Nada queda por intentar!

Versión de Jose María Pemán (Original de Sófocles)

El retrato de Dorian Gray

El artista es creador de belleza. Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte. El crítico es quien puede traducir de manera distinta o con nuevos materiales su impresión de la belleza. La forma más elevada de la crítica, y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía.
Quienes descubren significados ruines en cosas hermosas están corrompidos sin ser elegantes, lo que es un defecto. Quienes encuentran significados bellos en cosas hermosas son espíritus cultivados. Para ellos hay esperanza.
Son los elegidos, y en su caso las cosas hermosas sólo significan belleza.No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo. La aversión del siglo por el realismo es la rabia de Calibán al verse la cara en el espejo. La aversión del siglo por el romanticismo es la rabia de Calibán al no verse la cara en un espejo. La vida moral del hombre forma parte de los temas del artista, pero la moralidad del arte consiste en hacer un uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Incluso las cosas que son verdad se pueden probar. El artista no tiene preferencias morales. Una preferencia moral en un artista es un imperdonable amaneramiento de estilo. Ningún artista es morboso. El artista está capacitado para expresarlo todo. Pensamiento y lenguaje son, para el artista, los instrumentos de su arte. El vicio y la virtud son los materiales del artista. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, el modelo es el talento del actor. Todo arte es a la vez superficie y símbolo. Quienes profundizan, sin contentarse con la superficie, se exponen a las consecuencias. Quienes penetran en el símbolo se exponen a las consecuencias. Lo que en realidad refleja el arte es al espectador y no la vida. La diversidad de opiniones sobre una obra de arte muestra que esa obra es nueva, compleja y que está viva. Cuando los críticos disienten, el artista está de acuerdo consigo mismo. A un hombre le podemos perdonar que haga algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer una cosa inútil es admirarla infinitamente. Todo arte es completamente inútil.

Oscar Wilde

No le preguntéis a Jack (Humo y Espejos)

 Nadie sabía de dónde había salido el juguete, qué bisabuelo o bisabuela o qué tía lejana lo había tenido antes de que llegara al cuarto de los niños.
Era una caja tallada y pintara de oro y rojo. Era hermosa, sin duda, y, al menos eso sostenían los mayores, bastante valiosa, quizá incluso una antigüedad. Por desgracia, el seguro estaba cerrado y oxidado y la llave se había perdido, de modo que el muñeco no podía salir. Aun así, era una caja magnífica y tallada y dorada.
Los niños no jugaban con ella. Estaba en el fondo de un arcón de juguetes viejo y de madera, que tenía el mismo tamaño y la misma edad que el cofre del tesoro de un pirata, o eso pensaban los niños. la caja del muñeco a resorte estaba enterrada bajo muñecas y trenes, payasos y estrellas de papel y viejos trucos de magia y marionetas tullidas con los hilos enredados irrevocablemente y ropa para disfrazarse (aquí los jirones de un vestido de novia de hacía mucho, allí un sombrero de seda negra, con un poso formado por la edad y el tiempo) y alhajas de fantasía, aros rotos y peonzas y caballitos. Debajo de todo eso estaba la caja del muñeco Jack.
Los niños no jugaban con ella. Cuchicheaban entre ellos, cuando estaban solos en el ático, en el cuarto de los niños. En los días grises cuando el viento aullaba alrededor de la casa y la lluvia hacía sonar el tejado de pizarra y bajaba golpeteando por los aleros, se explicaban historias sobre Jack, aunque nunca lo habían visto. Uno afirmaba que Jack era un brujo malvado, colocado en la caja como castigo por crímenes demasiado horribles para ser descritos; otra (y estoy seguro de que tuvo que haber sido una de las niñas) sostenía que la caja de Jack era la de Pandora y que le habían metido allí como guardián para impedir que las cosas malas que había dentro salieran otra vez. Ni siquiera la tocaban, si podían evitarlo, pero cuando, como sucedía a veces, un adulto hacía un comentario sobre la ausencia de aquel muñeco a resorte viejo y encantador, y lo recuperaba del cofre y lo colocaba en una posición de honor sobre la repisa de la chimenea, los niños se armaban de valor y, más tarde, lo escondían otra vez en las tinieblas.
Los niños no jugaban con la caja del muñeco a resorte. Y cuando se hicieron mayores y dejaron la gran casa, cerraron el cuarto del ático y casi lo olvidaron.
Casi, pero no del todo. Ya que cada uno de los niños, por separado, recordaba haber subido solo a la luz de la luna, descalzo, hasta el cuarto de los niños. Era casi como andar sonámbulo, los pasos quedos sobre la madera de las escaleras, sobre la alfombra raída del cuarto. Recordaba haber abierto el cofre del tesoro, haber hurgado entre las muñecas y la ropa y haber sacado la caja.
Entonces el niño tocaba el seguro y la tapa se abría, lenta como una puesta de sol, y la música empezaba a sonar y Jack salía. No lo hacía de repente y rebotando: no era un muñeco saltarín. Sino que se alzaba de la caja con parsimonia, concentrado, y le hacía una seña al niño para que se acercara más, más y le sonreía.
Allí, a la luz de la luna, les explicaba cosas que nunca recordaban bien, cosas que nunca podían olvidar del todo.
El niño mayor murió en la Primera Guerra Mundial. El menor, después de que sus padres muriesen, heredó la casa, aunque se la quitaron al encontrarle en la bodega una noche con ropa y queroseno y cerillas, cuando intentaba dejar la gran casa reducida a cenizas. Le llevaron al manicomio y quizá aún sigue allí.
Las otras hermanas, que habían sido niñas y que ya eran mujeres, se negaron, todas y cada una de ellas, a regresar a la casa en la que se habían criado; y tapiaron las ventanas de la casa y cerraron todas las puertas con llaves enormes de hierro, y las hermanas la visitaban con la misma frecuencia con que visitaban la tumba de su hermano mayor o la cosa triste que antes había sido su hermano menor, es decir, nunca.
Han pasado los años y las niñas son ancianas, y búhos y murciélagos se han instalado en el viejo cuarto del ático; las ratas construyen sus nidos entre los juguetes olvidados. Los animales miran sin curiosidad los grabados descoloridos de la pared y manchan lo que queda de la alfombra con sus excrementos.
Y dentro de la caja, muy al fondo, Jack espera y sonríe, guardando sus secretos. Está esperando a los niños. Puede esperar eternamente.



Neil Gaiman

Lo llamarán azar o suerte o lo llamarán destino (Humo y espejos)

Lo llamarán azar o suerte o lo llamarán destino,
las cartas y las estrellas que no dejan de dar vueltas.
El mañana se manifiesta y trae la cuenta
de cada beso y muerte, los pequeños y los grandes.

¿Quieres saber el futuro, cielo? Pues espera:
contestaré a tus preguntas impacientes. Aun así,
lo llamarán azar o suerte o lo llamarán destino, las cartas y las estrellas que no dejan de dar vueltas.
Vendré a ti esta noche, querido, cuando sea tarde,
no me verás, quizá sientas un escalofrío.
Esperaré a que duermas, después me saciaré,
y ahí estará servido tu futuro.
Lo llamarán azar o suerte o lo llamarán destino.

Neil Gaiman

El barrendero de sueños (Humo y Espejos)

Cuando se han acabado los sueños, cuando te has despertado y has dejado el mundo de locura y locura por el yugo mundanon y diurono, a través de los escombros de tus fantasías abandonadas camina el barrendero de los sueños.
¿Quién sabe lo que era cuando estaba vivo? O si, en realidad, estuvo vivo alguna vez. Seguro que no contestará tus preguntas. El barrendero habla poco, con su voz áspera y gris, y, cuando habla, es más que nada sobe el tiempo y las perspectivas, victorias y derrotas de ciertos equipos deportivos. Desprecia a todo lo que no es él.
Justo cuando te despiertas viene a ti y barre y recoge reinados y castillos, y ángeles y búhos, montañas de océanos. Barre la lujuria y el amor y los amantes, los sabios que no son mariposas, las flores de carne el correr de los ciervos y el hundimiento de Lusitania. Barre y recoge todo lo que dejas en tus sueños, la vida que llevabas puesta, los ojos por los que mirabas, el examen que nunca pudiste encontrar. Uno a uno los barre: la mujer de dientes afilados que te hundió los dientes en la cara; las monjas de los bosques; el brazo muerto que salió del agua tibia del baño; los gusanos de escarlata que te recorrían el pecho cuando te abriste la camisa.
Lo barrerá y lo recogerá: todo lo que dejaste al despertar. Luego, lo quemará, para dejar el escenario limpio para tus sueños de mañana.
Trátale bien, si le ves. Sé educado con él. No le hagas preguntas. Aplaude las victorias de sus equipos, dile cuánto sientes sus derrotas, dale la razón respecto al tiempo. Tenle el respeto que él opina que se le debe.
Porque hay personas a las que ya no visita, el barrendero de sueños, con sus cigarrillos liados a mano y su dragón tatuado.
Las has visto. Les tiembla la boca y sus ojos miran fijamente, y farfullan y lloriquean y gimotean. Algunos los recorren las ciudades vestidos con andrajos, sus pertenencias bajo los brazos. Otros están encerrados en la oscuridad, en lugares donde ya no pueden hacer daño, ni a ellos mismos ni a otros. No están locos, o mejor dicho la pérdida del juicio es el menor de sus problemas. Es peor que la locura. Te lo dirán, si les dejas: son los que viven, cada día, en los escombros de sus sueños.
Y si el barrendero de sueños te abandona, nunca volverá.


Neil Gaiman

Le petit prince

Cuando encontraba alguna persona grande que me parecía algo lúcida, realizaba la prueba de mi dibujo número 1 que siempre he conservado y conservo aún. Me interesaba saber si verdaderamente comprendería mi dibujo. Sin embargo, siempre me respondían: "Es un sombrero". Desde ya que no les hablaba entonces de serpientes boas, ni de bosques vírgenes, ni de estrellas. Me ponía a su alcance, hablándoles de bridge, de golf, de política y de corbatas. Así es como se quedaban conformes por haber conocido a un hombre tan razonable.
Referí detalles del asteroide B 612 tan sólo por las personas grandes. Ellos aman los números. Cuando les comunicáis acerca de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial: "¿Cómo es el timbre de su voz? ¿Cuáles son los juegos que prefiere? ¿Colecciona mariposas?" En cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?". Sólo así creen conocerle.
Si contase a los adultos: "He visto una magnífica casa construida con ladrillos rojos, geranios en las ventanas y palomas en el techo...", no podrán imaginarse la casa. En cambio si dices: "He visto una casa de cien mil francos", exclaman: "Qué hermosa es!
Si dices: "La prueba que confirma que el principito existió es que era encantador, que reía y que quería un cordero. Querer un cordero es prueba de su existencia", se encogerán de hombros y os tratarán como se trata a un niño. En cambio si les dices: "El planeta de donde provenía es el asteroide B 612", quedarán convencidos y no formularán más preguntas sobre esta cuestión. Son así, no hay que reprocharles. Los niñitos deben ser muy indulgentes con las personas grandes.
Los que comprendemos la vida, nos burlamos de los números. Más me hubiera gustado dar comienzo a esta historia como si se tratara de un cuento de hadas. En tal caso hubiera dicho:
"Había una vez un principito que vivía en un planeta apenas más grande que él y que tenía la necesidad de un amigo..." Para aquéllos que comprenden la vida les habría parecido mucho más real.
Detesto que se lea mi libro a la ligera. Me entristece relatar estos recuerdos!. Transcurrieron ya seis años que mi hombrecito se marchó con su cordero. Intento describirlo aquí sencillamente para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido esta oportunidad. Podría transformarme en persona grande e interesarme sólo por las cifras. Es por ello que me he comprado una caja de lápices de colores. A mi edad, es penoso retomar el dibujo, cuando sólo se hicieron algunos esbozos de boas cerradas y abiertas a la edad de seis años. Intentaré hacer la reproducción de los dibujos, lo más parecidos posible. Dudo tener éxito pues un retrato va, y el otro no se parece más. Cometo errores en la talla. Es aquí el principito demasiado alto; allá algo pequeño. Se me desdibuja por instantes el color de su vestido. Voy ensayando de una forma u otra a fin de lograr el retrato más próximo a él. Habrán de perdonar mis imperfecciones. Mi amigo jamás daba explicaciones. Tal vez me creía parecido a él; aunque yo lamentablemente, no poseo la cualidad de ver corderos a través de una caja. Me pareceré quizá a las personas grandes. Indudablemente, debo haber envejecido

Antoine de Saint-Exupéry

Me gustas cuando callas

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

A través del espejo y lo que Alicia encontró al otro lado

Alicia a través del espejo

- Ahora está soñando -Señaló Tarará- ¿y a que no sabes lo que está soñando?
- ¡Vaya uno a saber! -Replicó Alicia- ¡Eso no podría adivinarlo nadie!
- ¡Anda! ¡Pues si te está soñando a ti! - exclamó Tarará batiendo palmas en aplauso de su triunfo-. Y si dejara de soñar contigo, ¿qué crees que te pasaría?
- Pues que seguiría aquí tan tranquila, por supuesto- respondió Alicia.
- ¡Ya! ¡Eso es lo que tu quisieras! -replicó Tarará con gran suficiencia-. ¡No estarías en ninguna parte! ¡Cómo que tú no eres más que un algo con lo que está soñando!
- Si este Rey aquí se nos despertada -añadió Tararí- tú te apagarías... ¡zas! ¡Como una vela!
- ¡No es verdad!- exclamó Alicia indignada-. Además, si yo no fuera más que algo con lo que está soñando, ¡me gustaría saber lo que sois vosotros!
- ¡Eso, eso!- dijo Tararí.
- ¡Tú lo has dicho! -exclamó Tarará.
Tantas voces daban que Alicia no pudo contenerse y les dijo: -¡Callad! Que lo vais a despertar como sigais haciendo tanto ruido.
- Eso habría que verlo; lo que es a ti de nada te serviria hablar de despertarlo -dijo Tararí- cuando no eres más que un objeto de su sueño. Sabes perfectamente que no tienes ninguna realidad.
- ¡Que sí soy real!- insistió Alicia y empezó a llorar.
- Por mucho que llores no te vas a hacer ni una pizca más real- observó Tarará- y además no hay nada de qué llorar.



Lewis Carroll.

Rostro de vos

Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón

tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor

sin un temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos

estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición

mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos

pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman

como víveres
que buscan a su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada

las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada

ya mi rostro de vos
cierra los ojos

y es una soledad
tan desolada


Mario Benedetti