Diarios

31 mayo


Yo no digo que vengas, que estés ya aquí, que has venido. Pero me niego a negar la espera de tu venida. Déjame esperarte. He nacido para esto. Déjame delirarme sin ti, asistir a la deformación de mis huesos que solo aman una sombra. He caído en la trampa de esta espera y sin duda soy feliz.


Que has venido. Que tu presencia estremece el calido color de las hojas muertas. Milagros de la que espera y ve y siente. Y yo te seguiría bajo cualquier forma, como polvo o humo o viento. Entraría por tu respiración, por tu sonrisa, por tus tristes deseos de evadirte hacia donde no haya lenguaje sino solo ojos devorándose, ojos amándose en el peligro de una desnudez absoluta.


Alejandra Pizarnik
Diarios, 1962
Fragmento

In the mood for love

Alzo la vista de repente, reclamado
por el más minúsculo de tus gestos,
las yemas rozando el cuello bajo la nuca,
persiguiendo el dibujo de algún lunar

mientras la noche va desollando los muros
y la obviedad se filtra por las costuras
de nuestro frágil simulacro,
y tú y yo a solas, por fin, fingimos no conocernos,

desnudando la mirada, con la voz de puntillas,
jugando a hacer chocar nuestras memorias, desafiantes,
quizás a punto de besarnos como extraños,
de tocarnos con temor, reverenciosos,

como el que palpa secretamente un amuleto,
reencontrando con alivio su relieve:
grumos de luz incrustándose en los dedos,
tanta suerte, tanta muerte en los bolsillos.



Still Life, Juan Vico

Noche de ronda

En otro tiempo hubieras empleado la noche
en hablarle de libros y de viejas películas.
Pero ya eres mayor. Ahora sabes que a ellas
les aburren los tipos llenos de nombres propios,
que tu bachillerato les tiene sin cuidado.
De modo que le dejas tomar la iniciativa,
desconectas y finges que escuchas sus historias,
que invariablemente -recuerdas de otras veces-
versan sobre el amor, los viajes, la dietética,
su familia, el verano, la buena forma física,
el más allá, las drogas y el arte postmodemo.
De cuando en cuando asientes, recorriendo sus ojos
con los tuyos, rozando levemente sus muslos,
y elevas a los cielos una angustiosa súplica
para que aquella farsa termine cuanto antes.
Pasarán, sin embargo, todavía unas horas
hasta que, ebria y afónica, se abandone en tus brazos
y obtengas la victoria pírrica de su cuerpo,
que, pese a los asertos de tres o cuatro amigos,
será muy poca cosa. Y, cuando esté dormida,
saldrás roto a la calle en busca de una taza
de café gigantesca, maldiciendo las copas
que arruinaron tu hígado en la estúpida noche
y pensando que, al cabo, merece más la pena
no comerse una rosca y hablarles de tus libros,
amargarles la vida con Shakespeare y con Griffith.
O buscarse una sorda para que nada falte.


Luis Alberto de Cuenca

Está a mi lado

Está a mi lado
y tiembla como yo.

No nos decimos nada.

Somos
un paisaje tan sólo
apoyado en la barra de un instante
tan extraño y tan cierto.

Mirándonos así.

Sin valor.
Sin volar.

Sin atrevernos.

Sin siquiera acordarnos
que el mar era un silencio
que se curó con olas.




Fernando Beltrán

Renacida (Diarios)

El viernes por la noche fui con Al [SS anota: Allan Cox] a escuchar un trabajo de George Boas, profesor asociado de Filosofía de Johns Hopkins, titulado "el significado en las Artes". Se trataba de un entretenido ensayo simplista que exponía los defectos de las escuelas críticas más importantes desde e incluyendo a Aristóteles, pero sin construir nada propio muy tangible- solo esta ingeniosa y estéril percepción de errores diversoso. [...] Dirigió un dardo a los críticos aristotélicos que se niegan a comprender el hecho de que Aristóteles no sabía nada de Shakespeare, y que por tanto no pueden entender que Hamlet es una tragedia (tragedia verdadera= delimitaciones de Aristóteles), pero saben con sus emociones que lo es, o bien hacen como que, de un modo oculto, es en efecto una tragedia en términos de Aristóteles...


Susan Sontag