El problema de un vacío
tan grande como este
es que uno nunca termina
de caerse del todo.
Diego Álvarez Miguel
Como tantas otras veces
Y si como tantas otras veces
tenían razón los clásicos
y todo lo bonito que me dices
debería escribirlo sobre el viento,
si en ese inmenso beso
que entre dos afanamos a guardar
se volviese tu boca de ceniza
y en la mía no habitase aquel mordisco,
¿qué ocurriría conmigo entonces?
Si anduviesen acertados los antiguos
y tu tristeza me ganase la partida
y tu memoria en un momento decidiese
que lo mejor en este caso es olvidarme,
si tus brazos se cansaran de mi ausencia
y en un giro inesperado de la historia
volvieras la cara hacia otro cuerpo
que estuviese disponible a todas horas
como se vuelve el girasol hacia el quinqué
los días que no arrecia la tormenta,
¿qué ocurriría conmigo entonces?
Diego Álvarez Miguel
tenían razón los clásicos
y todo lo bonito que me dices
debería escribirlo sobre el viento,
si en ese inmenso beso
que entre dos afanamos a guardar
se volviese tu boca de ceniza
y en la mía no habitase aquel mordisco,
¿qué ocurriría conmigo entonces?
Si anduviesen acertados los antiguos
y tu tristeza me ganase la partida
y tu memoria en un momento decidiese
que lo mejor en este caso es olvidarme,
si tus brazos se cansaran de mi ausencia
y en un giro inesperado de la historia
volvieras la cara hacia otro cuerpo
que estuviese disponible a todas horas
como se vuelve el girasol hacia el quinqué
los días que no arrecia la tormenta,
¿qué ocurriría conmigo entonces?
Diego Álvarez Miguel
Situarse en ella, más allá de los patrones que nos instalaban más o menos (in)cómodamente en sillones sin suelo, subrayando y aceptando sin carencias (sin echar de menos nada, sin faltas o culpas) nuestra presente condición, ésa es la labor que le queda al hombrecillo sin dueño que, tarde o temprano, caerá en la cuenta de que esa realidad que se le viene encima era también una falsa realidad.
La literatura y el derecho a la muerte
La literatura está ligada al lenguaje. El lenguaje es a la vez tranquilizador e inquietante. Cuando hablamos, nos hacemos amos de las cosas con una facilidad que nos satisface. Digo: esta mujer, y al punto dispongo de ella, la alejo, la acerco, es todo lo que deseo que sea, es el lugar de las transformaciones y de las acciones más sorprendentes: la palabra es la facilidad y la seguridad de la vida. Con un objeto sin nombre no sabemos hacer nada.
Blanchot
Qué es poesía
No hay poema sin accidente, no hay poema que no se abra como una herida, pero también que no sea hiriente. Llamarás poema a un encantamiento silencioso, la herida áfona que de ti deseo aprender par coeur. (...) Esta vuelta, la inversión de esta catástrofe.
(...)
Llamarás desde ahora poema a una cierta pasión de la marca singular, la firma que repite su dispersión, cada vez más allá del logos, ahumana, doméstica apenas, no reapropiable en la familia del sujeto: un animal convertido, hecho un ovillo, vuelto hacia el otro y hacia sí, una cosa en suma, y modesta, discreta, cerca de la tierra , la humildad que tú apodas, transportándote así en el nombre más allá del nombre, un erizo catacrético, todo flechas afuera, cuando este ciego sin edad oye pero no ve venir la muerte.
J.Derrida
Libertad bajo palabra
VI
Octavio Paz
AHORA, después de los años, me pregunto si fue verdad o un engendro de mi adolescencia exaltada: los ojos que no se cierran nunca, ni en el momento de la caricia; ese cuerpo demasiado vivo (antes sólo la muerte me había parecido tan rotunda, tan totalmente ella misma, quizá porque en lo que llamamos vida hay siempre trozos y partículas de no-vida); ese amor tiránico, aunque no pide nada, y que no está hecho a la medida de nuestra flaqueza. Su amor a la vida obliga a desertar la vida; su amor al lenguaje lleva al desprecio de las palabras; su amor al juego conduce a pisotear las reglas, a inventar otras, a jugarse la vida en una palabra. Se pierde el gusto por los amigos, por las mujeres razonables, por la literatura, la moral, las buenas compañías, los bellos versos, la psicología, las novelas. Abstraído en una meditación que consiste en ser una meditación sobre la inutilidad de las meditaciones, una contemplación en la que el que contempla es contemplado por lo que contempla y ambos por la Contemplación, hasta que los tres son uno se rompen los lazos con el mundo la razón y el lenguaje. Sobre todo con el lenguaje —ese cordón umbilical que nos ata al abominable vientre rumiante. Te atreves a decir No, para un día poder decir mejor Si. Vacías tu ser de todo la que los Otros la rellenaron: grandes y pequeñas naderías, todas las naderías de que está hecho el mundo de los Otros. Y luego te vacías de ti mismo, porque tú —lo que llamamos yo o persona— también es imagen, también es Otro, también es nadería. Vaciado, limpiado de la nada purulenta del yo, vaciado de tu imagen, ya no eres sino espera y aguardar. Vienen eras de silencio, eras de sequía y de piedra. A veces, una tarde cualquiera, un día sin nombre, cae una Palabra, que se posa levemente sobre esa tierra sin pasado. El pájaro es feroz y acaso te sacará los ojos. Acaso, más tarde, vendrán otros.
Historias de cronopios y de famas
Y los gestos del amor, ese dulce museo, esa galería de figuras de humo. Consuélese tu vanidad: la mano de Antonio buscó lo que busca tu mano, y ni aquélla ni la tuya buscaban nada que ya no hubiera sido encontrado desde la eternidad. Pero las cosas invisibles necesitan encarnarse, las ideas caen a la tierra como palomas muertas.
Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla. Estas dos sensaciones igualmente cerca del estómago acompañan siempre la presencia de Prometeo; el resto es la comodidad, lo que siempre sale más o menos bien; los verbos activos contienen el repertorio completo.
Hamlet no duda: busca la solución auténtica y no las puertas de la casa o los caminos ya hechos -por más atajos y encrucijadas que propongan. Quiere la tangente que triza el misterio, la quinta hoja del trébol. Entre sí y no, qué infinita rosa de los vientos. Los príncipes de Dinamarca, esos halcones que eligen morirse de hambre antes de comer carne muerta.
Cortázar.
Rayuela
Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación de] amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdoname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fájate. Pero fijate bien, porque no es gratuito.
¿Por qué stop? Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan cómo pueden, me mordisquean desde abajo de la mesa. ¿Se dice abajo o debajo? Lo mismo te muerden. ¿Por qué, por qué, pourquoi, why, warum, perchè este horror a las perras negras? Miralas ahí en ese poema de Nashe, convertidas en abejas. Y ahí, en dos versos de Octavio Paz, muslos del sol, recintos del verano. Pero un mismo cuerpo de mujer es María y la Brinvilliers, los ojos que se nublan mirando un bello ocaso son la misma óptica que se regala con los retorcimientos de un ahorcado. Tengo miedo de ese proxenetismo, de tinta y de voces, mar de lenguas lamiendo el culo del mundo. Miel y leche hay debajo de tu lengua... Sí, pero también está dicho que las moscas muertas hacen heder el perfume del perfumista. En guerra con la palabra, en guerra, todo lo que sea necesario aunque haya que renunciar a la inteligencia, quedarse en el mero pedido de papas fritas y los telegramas Reuter, en las cartas de mi noble hermano y los diálogos del cine. Curioso, muy curioso que Puttenham sintiera las palabras como si fueran objetos, y hasta criaturas con vida propia. También a mí, a veces, me parece estar engendrando ríos de hormigas feroces que se comerán el mundo. Ah, si en el silencio empollara el Roc... Logos, faute éclatante. Concebir una raza que se expresara por el dibujo, la danza, el macramé o una mímica abstracta. ¿Evitarían las connotaciones, raíz del engaño? Honneur des hommes, etc. Sí, pero un honor que se deshonra a cada frase, como un burdel de
vírgenes si la cosa fuera posible.
Capítulo 93
Julio Cortázar
Diccionario de las Artes: Realidad
Siendo así que lo perdido por nosotros no tiene más realidad que la que le otorga nuestro deseo de mantener a la vaca, a la pastorcilla, etcétera, como si fueran reales dentro de nuestra existencia, es evidente que los artistas "realistas", sin saberlo, no hacen sino mantener la ficción de que hay vacas, pastorcillas y etcétera. No sólo hacen exactamente lo mismo que todos los demás artistas hacen, sino que encima ignoran que lo hacen.
Ahora bien, esta ficción impulsada por el deseo (que haya mar, por favor, que haya estrellas y crepúsculos, que haya cerezas y vino, y cuerpos gloriosos en inteligencias finas, y tías, naturalmente, e incluso hostias) es irreal, sin la menor duda, pero es verdadera.
Félix de Azúa
Diccionario de las Artes: Rimbaud
Rimbaud es a la poesía del siglo XX lo que la máquina de vapor es a los transportes del siglo XX. Gracias a Rimbaud prácticamente todo el mundo puede ser poeta o codearse con uno de ellos, del mismo modo que ya no hace falta ser marqués para viajar en coche de caballos. Rimbaud es el primer efecto de masificación de la lírica.
Sin embargo, lo que Rimbaud inventó no fue un nuevo modo de concebir la poesía, sino una nueva manera de concebir al poeta. Y muy a pesar suyo. El modelo vanguardista de poeta inventado por Rimbaud ha tenido un éxito apoteósico.
A diferencia del modelo clásico de poeta, que era un hombre culto que leía en latín y en griego, sabía de memoria libros enteros, y era moderadamente rico, el modelo vanguardista de poeta puede ignorarlo todo y sólo precisa dos virtudes: una capacidad de autodestrucción acentuada y otra no menos acentuada capacidad de autoestima que le permita exhibir con desparpajo su autodestrucción como quien muestra una gracia. Con eso basta.
Félix de Azúa
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