Rayuela
Sí, quizá el amor, pero la otherness nos dura lo que dura una mujer, y además solamente en lo que toca a esa mujer. En el fondo no hay otherness, apenas la agradable togetherness. Cierto que ya es algo"... amor, ceremonia ontologizante, dadora de ser. Y por eso se le ocurría ahora que a lo mejor debería habérsele ocurrido al principio: sin poseerse no había posesión de la otredad, ¿Y quién se poseía de verdad? ¿Quién estaba de vuelta de sí mismo, de la soledad absoluta que representa no contar siquiera con la compañía propia, tener que meterse en el cine o en el prostíbulo o en la casa de los amigos o en una profesión absorbente o en el matrimonio para estar por lo menos solo-entre-los-demás? Así, paradójicamente, el colmo de la compañía ajena, al hombre solo en la sala de los espejos y los ecos.
Capítulo 23
Julio Cortázar
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