He aceptado tu propuesta de hablarnos mediante estos mensajes, pero sólo para decirte que no creo en la escritura como ese estado silencioso del que hablas. En la escritura no hay silencio, la escritura no es anterior a la voz. La escritura es el dios con minúscula de nuestra época y, por ello, la escritura es causa de envilecimiento. Todo lo que detestamos, Marta, la crueldad gratuita, la incontinencia, la mezquindad, cualquier acto ruin podría ser redimido en aras de la interpretación si hay un ojo que todo lo ve. Y eso, Marta, fue Dios. Pero aquel Dios en el que tú creíste al menos había dictado las tablas de la ley. La escritura es un dios sin constraste, blando y adulador. Es el dios que sólo mira allí donde señala nuestro dedo, el dios de lo apuntado, el dios de lo que quisimos registrar.
Belén Gopegui