Renacida (Diarios)

La música es a la vez la más maravillosa, la más vivaz de todas las artes–es la más abstracta, la más perfecta, la más pura–y la más sensual. Escucho con mi cuerpo y es mi cuerpo que se duele en respuesta a la pasión y al pathos plasmados en esta música. Es el «yo» físico el que siente un dolor insoportable– y, a continuación, una sorda inquietud–cuando el mundo entero de la melodía de pronto brilla y desciende en cascada en la segunda parte del primer movimiento–es carne y hueso lo que muere un poco cada vez que me arrastra el anhelo del segundo movimiento–

Estoy casi al borde de la locura. A veces–creo–(con cuánto cuidado escribo estas palabras)–hay momentos fugaces (que vuelan tan rápido) cuando sé con la certeza de que hoy es Navidad que estoy tambaleante al borde de un precipicio sin fondo –

¿Qué, me pregunto, me conduce al desorden? ¿Cómo puedo diagnosticarme a mí misma? Todo lo que siento, del modo más inmediato, es la más angustiosa necesidad de amor físico y compañía mental–soy muy joven, y quizá supere el aspecto preocupante de mis ambiciones sexuales– francamente, no me importa. [En el margen, y con fecha 31 de mayo de 1949, SS añade las palabras: «Y tampoco a ti».] Mi necesidad es tan abrumadora y el tiempo, en mi obsesión, tan breve…–

Con toda probabilidad, veré esto en retrospectiva con gran regocijo. Así como antaño era una neurótica religiosa aterrada y pensaba que un día debía convertirme al catolicismo, así ahora creo que tengo tendencias lésbicas (con cuánta renuencia escribo esto)–

No debo pensar en el sistema solar –en innumerables galaxias que abarcan incontables años luz–en la infinitud del espacio–no debo mirar hacia el cielo más de un instante–no debo pensar en la muerte, en la eternidad–no debo hacer todas esas cosas para que así no conozca esos momentos horribles cuando mi mente parece algo tangible–más que mi mente–todo mi espíritu–todo lo que me anima y es el deseo original y receptivo que constituye mi «yo»–todo esto adquiere una forma y un tamaño definidos–demasiado grande para ser contenida en la estructura que llamo mi cuerpo–Todo esto me arrastra y repele–años y tensiones (las siento ahora) hasta que debo apretar los puños–me levanto–quién puede estarse quieta–cada músculo está en un potro–tratando de erigirse en una inmensidad– quiero gritar–siento presión en el estómago–mis piernas, pies, dedos de los pies se extienden hasta que duelen.

Estoy cada vez más cerca de romper este pobre cascarón–lo sé ahora–la contemplación del infinito–la tensión de mi mente me conduce a diluir el horror por lo opuesto a la simple sensualidad de la abstracción. Y sabiendo que no tengo una salida, sin embargo, un demonio me atormenta – me colma de dolor y furia – con temor y temblor (desgarrada, sacudida – qué desdichada soy –) mi mente dominada por espasmos de deseo incontrolable.


Susan Sontag

IV

Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha.


Julio Cortázar