Te vas


Un comienzo posible:
uno aprieta el puño hasta que los dedos
le atraviesan los dedos,
después respira hondo
se mantiene en la vertical.
Eso, perfectamente, podría ser un final.
Me dices absorbiendo el humo.

Pero en la vida no hay principios
ni hay comienzos, ni hay finales
sino solo cambios en la posición.
Entonces tuerces tu cuerpo, lo sabes,
y en tu espalda ordeno manchas y lunares
como si pretendiese poner orden en mi vida,
sentar prioridades, imponer horarios.

Quieres que hablemos. Levantas
el tronco. Te inclinas sobre la mesa.
Miras, pareces leer algo en el aire
que se nos escapa a los turistas.
Después lo entiendo todo:
remueves el café al revés
como habrías de hacerlo
en las antípodas.



Diego Álvarez.

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