Reflexión XXXIV

Atad a un cadáver con hermosas correas
igual a una flor al desierto atada
igual a la serenata sin límites del desierto
igual al bronce que adorna al cadáver
igual a la grieta de mi cráneo
A los placeres del verdugo y del cruel
igual es al callo que nos ata a la vida
a la sonrisa del verdugo
al labio cruel de la fe
a la sonrisa sin rostro, a la sonrisa
azul del gato en mi ventana
a la sonrisa estúpida del idiota
la sonrisa que cae al suelo como la manzana de Newton
para no decir nada más al oído del olvido.

L.M.Panero

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